sábado, 4 de agosto de 2012

¿Quieres libertad de expresión? Abre tu blog y gánatela


Captura de pantalla 2012 08 04 a las 11.38.17 ¿Quieres libertad de expresión? Abre tu blog y gánatela
Vivimos tiempos oscuros, tiempos de ataques a la libertad de expresión que se han acentuado con el despido de los últimos vestigios de independencia en RTVE Y Radio Nacional, tiempos de televisiones y radios escoradas más allá de la ultraderecha y medios de comunicación en connivencia con el poder.
Tiempos de pensamiento único en el que unos pocos marcan la agenda mediática del país repitiendo los mismos mensajes por tierra mar y aire, tiempos en los que la red vuelve a convertirse en el único espacio de libertad al alcance de todos los ciudadanos y ciudadanas.
Tiempos en los que nos quieren hacer tragar una crisis creada por la codicia de unos pocos a base de controlar los medios de comunicación tradicionales, minimizando las protestas e imponiéndonos un discurso oficial repleto de ideología conformista y conservadora.
No se si lo recordarán, pero hubo un tiempo en los lejanos días de 1998 en el que un grupo de jóvenes Serbios se enfrentaron a la dictadura de Milosevic al grito de Otpor! y utilizando como herramienta solamente su creatividad y unos telefonos moviles que ni siquiera tenian internet. Y ganaron
Hubo un tiempo en el año 2004 que los españoles nos movilizamos contra las mentiras de Aznar a base unicamente de SMS, realizando concentraciones relampago y exigiendo que se nos dijera la verdad sobre los atentados del 11M. Y ganamos.
Y hubo otro tiempo, más cercano, en el que miles de españoles escribíamos en nuestros blogs, charlábamos, nos enlazábamos, conversábamos y nos movilizábamos en micro-causas. No existían aun las redes sociales y los smartphones solo estaban al alcance de unos pocos privilegiados, pero esa constelación de blogs  se convirtió un espacio de libertad política al margen de las agendas y los discursos oficiales.
Ya no basta con las redes sociales, en una situación como la que vivimos es necesario establecer nuevos espacios de libertad de creación, de pensamiento, de debate, de acción y de movilización, y eso no puede ser otra cosa que los blogs.
Si tienes un blog, únete a esta campaña, pega la imagen en tu bitácora  y haz tu propia llamada a la acción, si no lo tienes, ábrete uno con urgencia.
Conversa, enlaza, debate, enlaza, crea, enlaza, moviliza, y no dejes de enlazar.
Si quieres libertad de expresión, no te la van a regalar, abre tu blog y gánatela.

Vía César Calderón


jueves, 12 de julio de 2012

Criterio propio.

 Hoy vamos a hablar, va por tí, Vicente, de un primo hermano, mucho más importante que él, del sobrevalorado  "sentido común" y que no es otro que "el criterio", el criterio propio sobre las cosas, el criterio ante los hechos, el pensamiento y las circunstancias de la vida.
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La palabra, de origen griego, "kritherion", se refiere al hecho de juzgar, pero más allá de la función judicial y no sólo en el ámbito de la justicia,  se adquiere el criterio en base a valoraciones objetivas, pero también subjetivas,  y que no tienen que coincidir con la  "pura" verdad, si es que ésta se pudiera acotar, que en muchos casos no es así. Las citadas valoraciones son premisas normativas lógicas que permiten tomar decisiones coherentes así como clasificar las cosas en función de características concretas pero también de opinión formada y personal sobre cada una de ellas.

Así como un juez debe atenerse objetívamente a los hechos y al derecho para interpretar las pruebas y sin embargo al final ha de introducir su subjetiva interpretación de los enrevesados acontecimientos para concluirlos con mayor enjundia aplicando también sus convicciones personales, la persona de cualquier otro ámbito que posee criterio propio sobre cualquier cosa decide  de acuerdo a las normas sociales y legales que atañen al asunto a considerar pero también se ha de ayudar de su propio código moral, cultural, también religioso, desde luego sus certezas personales. Eso sería el criterio propio.

Se dice que hay tres grandes grupos de personas: los que tienen su propio criterio sobre las cosas, los que aplican el criterio que le dictan otros y los que, sencillamente, no tienen criterio, ni propio ni dictado. Y no lo tienen, o lo tienen muy deteriorado, sobre la mayoría de las cosas que no pertenezcan a la parte más reptílica de nuestros cerebros. A saber: Comer, dormir y aparearse. Es lamentable, pero para esas tres primarias tendencias no hubiera hecho falta evolucionar a persona humana pues esas son también las prioridades, el único campo donde vierten sus elementales criterios, o la ausencia de ellos,  los propios reptiles. O el sencillo borrico.

Una persona con criterio propio asume una posición personal ante los hechos, ante la vida, un pensamiento crítico que le permitirá decidir lo que es correcto o incorrecto, lo que es justo e injusto, lo que es demagógico o real, y lo hace por encima incluso de marcos legales o normas establecidas, por supuesto de lo que le vende la publicidad, los creadores de opinión y prescindiendo de lo que opinan otros a su alrededor, decide libremente su propia posición sin influencias exógenas, o filtradas éstas por el tamiz de sus propios convencimientos.

Naturalmente hay que adquirir el suficiente conocimiento sobre el objeto de aplicación del criterio, también cultura general, y tener muy a mano para disponer en todo momento a la hora de formar un criterio  sobre cualquier tema, conceptos como la dignidad, la empatía, la compasión, la justicia o el libre albedrio, además de personalidad propia, algo que también escasea alarmantemente.


viernes, 29 de junio de 2012

El efecto Pigmalión


Pigmalión rey de Chipre y escultor mitológico, era un señor un poco quisquilloso, seguramente misógino, que se negaba obsesivamente a tomar esposa, con lo que peligraba la descendencia real (un problema tremendo, no?)  y se pasaba la vida modelando figuras de mármol, preferiblemente de mujer, como si buscara en aquellas estátuas la mujer perfecta que él no sabía ver entre las que le rodeaban y a las que rechazaba olímpicamente.
Una de aquellas estátuas le quedó tan bien, tan físicamente perfecta, que Pigmalión se quedó prendado, enamorado de ella hasta las cachas. Y deseó febrilmente a aquella estatua. Y deseó febrilmente que la estatua se convirtiera en carne y hueso. La diosa Afrodita, a la sazón en el negociado de asuntos del amor y deseos más o menos fervientes, lo vió tan desesperado, quedó tan impresionada de la obsesión de aquel desdichado por la estátua  que, efectívamente, le dió vida,  convirtió en una mujer de carne y hueso a aquella mujer de mármol. Así nació Galatea, la que luego sería su esposa y madre de sus hijos.
Luego, como casi todo lo mitológico, el caso de Pigmalión sirvió para que científicos, poetas, psicólogos y otras gentes de mal vivir, arrimaran el ascua a su sardina y teorizaran con el caso de las expectativas y actitudes humanas ante las cosas usando el caso para dar explicaciones a algunos de sus experimentos. Así se escribe la historia, así se desarrolla la ciencia.
En base al efecto Pigmalión, por ejemplo, un sesudo científico, un tal  Rosenthal,  desarrolló un experimento que consistió en tomar al azar a una serie de alumnos perfectamente "del montón" y darle sus nombres a los profesores asegurándoles falsamente que eran superdotados. El efecto Pigmalión funcionó y a los ocho meses aquellos alumnos obtuvieron resultados de superdotados. La expectativas de los profesores, la forma de tratarlos en base a su supuesta supercapacidad, había obrado en ellos el "milagro" de la excelencia, había transformado, estimulado, en positivo sus mediocres capacidades, sus mediocres trayectorias.


 También se le podía llamar positivismo, u optimismo vital. La actitud ante la vida es básica para que la disfrutemos básicamente o básicamente la suframos.
Al mismo tiempo, el reverso de la moneda es el negativismo, el pesimismo de partida, porque podemos pensar como muy probable, más incluso que en positivo, que el mismo fenómeno en negativo, las expectativas vistas con un prisma pesimista, es casi un seguro de desgracias, se harán realidad con toda probalidad. Todos sabemos que eso es cierto en un gran número de situaciones:
La moraleja cae por su propio peso: Tenemos que someter a control nuestras reflexiones, nuestras creencias, nuestras expectativas y darles siempre el tinte positivo, aunque sea desesperada y enfermizamente como hiciera Pigmalión, para que se cumplan. O no, si es eso lo que deseamos.